En una entrada anterior del blog (enlace aquí) comentaba que se estima que el consumo humano de recursos supera la producción global anual de los mismos, habiéndose estimado en 2014 que dicho consumo suponía 1’5 veces la producción anual. En esta entrada, que es continuación de la serie que enlazo aquí, explicaré cómo esto es posible y qué implicaciones tiene.
Para ilustrar esto en términos más sencillos, imaginemos que una persona tiene unos ahorros de unos 10.000€, y gana al mes unos 1.000€, pero sus gastos mensuales son de 1.500€. Evidentemente su situación no es sostenible a largo plazo, pues estará perdiendo 500€ por mes, y tardará 20 meses en quedarse sin ahorros. Cuantos menos ahorros le queden, menos sostenible será su situación; quizá piense que puede mantener ese ritmo y luego reducirlo de repente en cuanto se quede sin ahorros, pero igual cuando le queden 2.000€ le surge un imprevisto y tiene que gastar de repente 3.000€ sin tenerlos. Y una de las soluciones que espera que le resuelvan todo es contar con que le subirán el sueldo, quizá algún día cobre 2.000€ mensuales. Pero las expectativas realistas que tiene de subida de salario son de 100-200€ anuales, y eso suponiendo que las cosas vayan bien, porque si su empresa sufre una crisis, igual le reducen el sueldo o incluso lo despiden. Lo más prudente sería que esperase a tener un sueldo de 2.000€ antes de permitirse un tren de vida por ese valor, en vez de gastar más de lo que gana despreocupadamente confiando en que algún día (ojalá a tiempo) la situación se resolverá de un día para otro. O como dice el refrán, “no hay que vender la piel del oso antes de haberlo cazado”.
Consumo energético insostenible
¿Y todo lo anterior qué significa? Pues podemos ver los recursos del planeta como variables económicas, siendo aquellos recursos acumulados parecidos a los ahorros (aunque no exactamente, como explico después), el salario que entra la tasa de renovación de los mismos, y los gastos el consumo que hacemos de ellos. Empecemos por ese salario, este sería la energía que llega a los ecosistemas y que puede ser utilizada para producir recursos; mayormente es la radiación solar la que sustenta nuestro planeta de energía y permite mantener los procesos en movimiento (también algunos procesos se mueven con energía geotérmica, pero fundamentalmente es la solar). También son consecuencia de la energía solar los movimientos de masas de aire o el retorno en el ciclo del agua, que nos permiten obtener energía de otras fuentes renovables.

Incluso los recursos ya acumulados son mayormente energía solar utilizada para formar compuestos químicos, como por ejemplo los combustibles fósiles, que son energía que se acumuló durante millones de años, y que nosotros estamos consumiendo en un periodo de tiempo muchísimo menor. Precisamente nuestra eficacia para explotar todos esos recursos acumulados (algunos incluso que ya no formaban parte de la biosfera) ha incrementado nuestra tasa de consumo por encima de lo que se produce anualmente en todo el planeta a partir de aportes de energía como la del sol. Es decir, la situación es similar a la del trabajador que describía antes: consumimos a un ritmo mayor de lo que se produce, con lo cual es de por sí insostenible, y solo se puede mantener por un tiempo a costa de consumir y agotar esas reservas de recursos acumulados.

Pero eso tiene un precio, ya que supone generar esa rápida alteración del medioambiente que provoca desequilibrios y extinciones, conduciendo a que los ecosistemas pierdan productividad y con ello cada vez crece más la diferencia entre lo que consumimos y lo que se regenera. De hecho, por seguir con el símil económico, los “ahorros” que estaríamos usando, más que un dinero que tenemos ahí acumulado y que podemos usar sin problema, deberíamos verlo como dinero que nos deja un prestamista, pero que nos hace endeudarnos cada vez más, empeorando nuestras perspectivas futuras. Pues esos impactos ambientales que generamos al aumentar drásticamente el retorno de carbono a su ciclo activo en la biosfera provocan perturbaciones sobre los procesos de los que depende la renovación de los recursos, haciendo que a la larga la producción neta de recursos sea menor.
Reducciones en la productividad de los ecosistemas
Por otro lado, nos enfrentamos a algo diferente a todo lo que se ha enfrentado la humanidad hasta ahora. No son conflictos meramente humanos entre sociedades, ni problemas de no poder explotar de manera lo bastante eficaz los recursos que estaban ahí, o no poder alcanzarlos. Nos enfrentamos a una desestabilización de procesos a escala planetaria que está provocando el deterioro e incluso inminente colapso de muchos ecosistemas, y en muchos la productividad, los recursos disponibles y sus tasas de renovación están disminuyendo a ritmos alarmantes y muy lejos de lo que sería sostenible.
Por ejemplo sucede con muchas poblaciones de peces que pescamos para alimentarnos. En el pasado los pescábamos con técnicas arcaicas, y para pescar más había que dedicar más horas tirando las cañas al agua, o redes rudimentarias. Con el tiempo mejoramos eso, pescando mayores cantidades desde barcos con técnicas cada vez más efectivas, hasta un punto que no parecía posible siglos atrás. Cuando los barcos se modernizaron con tecnología reciente, nuestra capacidad sin duda aumentó. Pero sería un error pensar que las poblaciones de peces permanecen ahí multiplicándose de forma inagotable, o que los seres humanos crearemos todos los recursos que podamos extraer mediante principios económicos o avances tecnológicos. No niego que algo podemos hacer para contribuir a mantenerlo, pero nuestra capacidad es limitada.
Lo que observamos actualmente es un descenso en las poblaciones de muchos de los peces que pescamos, tanto en cantidad como en tamaño de los individuos. Y es que al aumentar nuestra efectividad en la explotación de recursos, a veces llegamos a sobrepasar la capacidad de renovación de ese recurso en el ecosistema. Así que nuestra explotación directa de esos peces, cada vez más intensa, junto con otros impactos indirectos como la contaminación de los océanos o su acidificación a consecuencia del cambio climático, que está provocando riesgo de extinciones y amenaza la estabilidad de las redes tróficas que mantienen muchos de esos recursos que explotamos, amenaza seriamente el futuro de esos recursos (más información en este enlace). Muchos de los recursos que estamos explotando ahora mismo en forma de especies animales y vegetales se encuentran amenazados o incluso en peligro de extinción. Los biólogos llevamos mucho tiempo alertando de que nuestra eficacia pesquera ha sobrepasado a las tasas de regeneración de esos recursos, aunque no desaparezcan de un día para otro, pero para mantener los recursos pesqueros a largo plazo necesitaríamos mejorar la gestión teniendo en cuenta su sostenibilidad. Así que la industria pesquera tendría que optar o por capturar menos pero así tener negocio indefinido, o por seguir capturando cada vez más (que es lo que sigue haciendo), lo cual genera más beneficio económico a corto plazo, pero pone al sector en destino de colisión con importantes crisis, que llevarán a millones de personas que dependen de esa industria a perder su trabajo, y a todos a enfrentarnos a la desaparición de parte de esos recursos en las próximas décadas. Sobre los impactos de la industria pesquera y medidas que habría que tomar para hacerla más sostenible escribí en esta reseña sobre el documental Seaspiracy.

Y si solo fuesen casos aislados, podríamos pensar en que una vez extinta una especie, explotamos otra y listo. Pero dado que el ritmo de extinción de especies es tan elevado actualmente, y los ecosistemas se están desequilibrando tanto por ello, nos enfrentamos a una considerable reducción de la renovación de recursos a nivel global. Precisamente nuestro drástico aumento de la eficiencia en la producción y consumo de recursos, particularmente desde la revolución industrial, ha provocado que el impacto que generamos sobre los ecosistemas se incremente por encima de lo que estos pueden compensar, provocando alteraciones ambientales a un ritmo demasiado acelerado como para que muchas especies puedan adaptarse.
La dificultad de percibir los impactos de la crisis climática
Pero esto, que ya está sucediendo, no siempre es fácil de percibir; hay evidencias científicas de sobra, pero pueden resultar complejas para mucha gente, haciendo que se subestime la gravedad de la situación. Uno de los problemas para percibir las causas globales de estos impactos es que se deben a una compleja red de reacciones en cadena que no es fácilmente visible. A pesar de que por ejemplo el cambio climático y la contaminación generan e intensifican eventos extremos que matan a personas, no vamos a poder hacerles la autopsia y ver que “la causa es el cambio climático”, siempre será una causa más directa a menor escala como una ola de calor o una inundación, y eso podría llevarnos al autoengaño haciéndonos pensar que el cambio climático no está causando consecuencias graves.
Por poner un símil ilustrativo, es como cuando una causa a gran escala genera una situación que conduce a un alto coste de vidas por diversos motivos, como podría ser la decisión que tomó Napoleón (o posteriormente Hitler) de invadir Rusia, mandando a sus tropas a una campaña para la que no estaban preparadas. Por supuesto si al morir esos soldados se les hubiese hecho la autopsia, nunca habrían encontrado en los cadáveres que la causa de la muerte fue “una mala decisión del emperador”, sino que fue por el frío, por las balas enemigas… aunque todo eso fue, en última instancia, causado por una razón de orden superior. En definitiva, a veces los árboles no nos dejan ver el bosque, y podemos pensar que en el mundo hay muchos problemas aislados y sin relación como siempre ha habido, pero que no hay ninguna catástrofe en ciernes, aunque la realidad por desgracia parece apuntar en otro sentido.
La resistencia a aceptar la realidad
No obstante, la dificultad de percibir la gravedad de la situación o, más aún, lo inconveniente que pueda resultar aceptarla, no nos evitará sus consecuencias. Parece que algunos estuviesen pasando las clásicas fases del duelo antes de aceptar la cruda realidad, empezando por la negación que algunos plantean hasta de hechos tan fácilmente contrastables como el aumento de las temperaturas anuales promedio, la ira atacando verbalmente a quienes advierten del peligro, la negociación como la que se ven en cumbres como las COP en que los gobiernos tratan el tema como si pudiesen llegar a acuerdos con la naturaleza misma, como plantear un escenario de emisiones netas nulas para 2050 y pretender que con eso ya diese lo mismo un modo u otro, o la depresión de quienes se encogen de hombros como si todo fuese a ir igual de mal sin importar lo que hagamos y que por tanto no importase hacer algo o no al respecto.
Escuchando los discursos de quienes se oponen a tomar medidas de sostenibilidad ambiental porque reducirían el crecimiento económico, como sucede con bastantes políticos y economistas, da la impresión de que no entienden la situación o pretenden negarla o menospreciar su gravedad. Es llamativo ver la cantidad de comparaciones capciosas que se hacen entre los perjuicios económicos que tendría tomar medidas, frente a escenarios imaginarios en que no hacemos nada mientras nuestro consumo sigue creciendo desbocado y eso solo trae beneficios sin ningún inconveniente, omitiendo totalmente los impactos que tendría (incluso sobre la propia economía) el deterioro medioambiental. Es común incurrir en la falacia ad consequentiam de argumentar que como el cambio climático y las medidas para contrarrestarlo son muy inconvenientes para nuestra sociedad y economía, entonces no puede ser cierto que tengamos ese problema. Pero la realidad es la que es, no la que nos convendría que fuese.
Se me asemeja a lo que pasaría en un barco si los ingenieros y marineros viesen que hay varios agujeros en el casco, que está entrando agua por varios sitios, con incendios en las calderas, y la presión aumentando en los motores haciendo que salten los tornillos, pero al ir a avisar al capitán de que urge hacer reparaciones, este respondiese que tienen un programa que seguir y que si ralentizan su ritmo de navegación no llegarán a tiempo, así que ni hablar de perder tiempo en reparar nada. Por supuesto quizá ese barco logre avanzar más durante cierto tiempo, pero es más probable que acabe hundiéndose o explotando que llegando a buen puerto. Más vale llegar tarde que nunca.
De hecho, imaginad otro ejemplo, sobre lo que pasaría si sucede eso mismo en una central nuclear, en la que tanto durante su construcción como durante su funcionamiento se hiciesen las cosas lo más rápido y fácil posible para maximizarlo todo a un esfuerzo mínimo, racaneando en medidas de seguridad y materiales, evitando los inconvenientes retrasos de tomar precauciones para hacerlo todo bien y “sostenible” (seguro); y que cuando salten todas las alarmas aún así se decida que lo importante es mantener el programa a cumplir y que hay que seguir adelante porque bajar el ritmo y tomar medidas no es conveniente. Pues esto fue (grosso modo) lo que sucedió en la central nuclear de Chernóbil, y el resultado lo conocemos todos. Otra cosa que deberíamos aprender de la historia es a no repetir los mismos errores.

Conclusión
Resumiendo lo que he explicado, por un lado en términos energéticos estamos consumiendo anualmente reservas fósiles que tardaron millones de años en acumularse, lo que obviamente tiene fecha de caducidad. Y aunque dicha fecha fuese muy lejana, durante el proceso nuestra actividad de explotación, tanto directamente al extraer recursos de los ecosistemas, como de los impactos que generan nuestra contaminación y emisiones de gases de efecto invernadero, está llevando a muchas de las poblaciones de organismos de las que dependen nuestros recursos a límites insostenibles biológicamente. Nuestro consumo de dichos recursos se mantiene alto por el momento mientras las reservas y su renovación van disminuyendo, tanto de recursos fósiles como especialmente de recursos biológicos.
Mientras nuestro consumo no se ajuste a la producción, o sobre todo logremos controlar los impactos ambientales dentro de límites sostenibles, estaremos en un camino que nos lleva inevitablemente a crisis globales de abastecimiento de recursos. Si en un futuro logramos hacer más sostenible un consumo mayor, entonces será viable, pero no deberíamos fomentar un consumo superior a lo que nos permite la regeneración de dichos recursos tal como es en el presente. Y para quien piense que los avances tecnológicos vendrán a tiempo para salvarnos de todos los problemas sin que tengamos que cambiar nada, en el siguiente artículo (enlace aquí) explico por qué eso es altamente improbable.
Excelente artículo y muy bien explicado. Hay que tomar conciencia de lo que nos viene envima.
Me gustaMe gusta
Gracias Omar por tu extensa respuesta en el post anterior de superpoblación.
Te respondo aquí porque no consigo que aparez a mi comentario en esa entrada.
Estoy de acuerdo en la necesidad de una divulgación seria, empática…. y sobre todo honesta. El problema es que esa honestidad y decir a las claras que el paradigma del crecimiento económico ilimitado con el que vivimos choca con los limites ecológicos de un planeta finito suele producir una respuesta emocional más que racional: no puede ser, ya será para menos, ya se encontrará una solución (la tecnologia salvadora), incluso achacar pensar así a una motivación ideologico-politica (en realidad ahi no les falta razón ya que el decrecentismo no deja de ser una ideología política).
Mi última pregunta sobre la duración en el tiempo de las perturbaciones que hemos generado, además de ser más bien retórica (ya que como dices es muy complejo poder predecir), también me refería más en general a la reducción en los servicios y recursos naturales que nos prestan los ecosistemas y no al cambio climático.
Para finalizar, te propongo un tema para un post: últimamente he seguido en Youtube varios canales de tema Living Off Grid (osea, familias que se van a vivir en un terreno sin acceso a la red eléctrica y de abastecimiento de agua principalmente, tratando de ser los más autosuficientes en alimentación, agua y electricidad). El tema sería si ese modo de vida tiene una huella ecológica promedio menor que el de un habitante promedio de una ciudad.
Ahí lo dejo, 😉.
Me gustaMe gusta
Gracias a ti por tus comentarios.
No sé por qué a veces esto da problemas a algunas personas para comentar, quizá wordpress se esté quedando obsoleto… y quizá llegue pronto el momento de que deba lanzarme yo también a divulgar por Youtube.
Sobre ese tema que propones, puede estar interesante, sí. Tomo nota para intentar escribir algo al respecto más adelante, cuando el trabajo me dé algún respiro. Las sugerencias son siempre bienvenidas. 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Compaginar videos en Youtube más directos con entradas más desarroladas en un blog es algo que hacen algunos canales que comenzaron como bloggers.
Un saludo y mucha suerte!
Me gustaMe gusta
[…] Con esta entrada continúo una serie de artículos que empecé con uno sobre por qué los indicadores ambientales que se usan para pronosticar cómo la economía afectará a la sostenibilidad suelen conducir a conclusiones erróneas (enlace aquí), que continué dando respuesta al debate sobre si tenemos (o no) un problema de superpoblación que pueda generar escasez de recursos (enlace aquí) y que amplié en la anterior entrada sobre por qué nuestro consumo actual es insostenible (enlace aquí). […]
Me gustaMe gusta
[…] (*) Cuando digo que no hay duda de que el consumo es insostenible, me refiero a que existen evidencias suficientes para hacer tal afirmación más allá de toda duda razonable. Por supuesto es también perfectamente razonable que quien lea esto pueda pensar que sí cabe duda, ya que en esta entrada aún no he explicado esa cuestión, pero podéis encontrar una explicación más detallada en este enlace. […]
Me gustaMe gusta